“Creí que la migraña iba a arruinar el día más importante de mi vida”

Durante años, Laura convivió con episodios de migraña que aparecían sin aviso. Había cancelado viajes, reuniones familiares e incluso una presentación importante en el trabajo.

Cuando empezó a organizar su boda, el miedo creció: ¿y si la migraña aparecía ese día?

Su médica de atención primaria la derivó a neurología tras documentar varios episodios mensuales. Allí recibió un plan estructurado: tratamiento preventivo, pautas para regular sueño y desencadenantes, y medicación aguda ajustada a su perfil.

Por primera vez, Laura sintió que entendía lo que le ocurría y cómo manejarlo.

El día de su boda amaneció tranquila, sin dolor, y disfrutó de cada momento sin interrupciones. No hubo señales de migraña en toda la jornada.

Hoy dice que no fue la suerte: fue encontrar el tratamiento adecuado y aprender a manejar la migraña con ayuda profesional.

“No podía permitirme fallar”

Carlos había preparado una oposición durante más de un año. Cuando las jornadas de estudio se intensificaron, también lo hicieron sus crisis de migraña.

La incertidumbre era devastadora: podía pasarse dos días incapacitado.

Su médica de familia le propuso iniciar un diario de migraña, identificar desencadenantes y explorar tratamiento preventivo. Tras varias semanas sin mejoría suficiente, lo derivó a neurología.

Allí ajustaron la medicación preventiva y trabajaron pautas estrictas de sueño, hidratación y descanso visual. En tres meses, la frecuencia de ataques disminuyó notablemente.

Llegó el día del examen. Carlos se levantó sin dolor, mantuvo la concentración durante horas y aprobó.

A menudo dice que controlar la migraña fue tan importante como estudiar.

“No podía entrar a la sala con miedo”

Ana llevaba años aspirando a un puesto de dirección. Tenía experiencia, formación y un equipo que la respaldaba, pero convivía con crisis de migraña que le restaban energía y confianza.

Un mes antes de la entrevista, una crisis la dejó dos días en cama. Decidió que necesitaba una estrategia clara.

Su médico de atención primaria revisó su historial, ajustó el tratamiento agudo y la derivó a un neurólogo para valorar un preventivo. Tras una evaluación completa, iniciaron un tratamiento que redujo tanto la intensidad como la duración de las crisis.

Ana comenzó también a implementar pautas basadas en evidencia: horarios constantes de sueño, hidratación y reducción de pantallas al final del día.

Cuando llegó la entrevista, no sintió miedo: sintió control.

Entró con claridad mental, respondió con seguridad y consiguió el puesto.

“No fue que la migraña desapareciera. Fue que dejó de dictar mi vida”.

“No quería perderme ni un minuto”

Sergio padecía migrañas desde la universidad, pero en los últimos años se habían vuelto más frecuentes. Su mayor temor era tener una crisis durante el nacimiento de su primer hijo.

Habló con su médica de familia, quien revisó su historial y lo derivó a neurología. Allí identificaron desencadenantes claros: irregularidad en el sueño y deshidratación durante jornadas largas. Con un tratamiento preventivo y un plan agudo bien definido, las crisis se redujeron de forma significativa.

El día del parto, Sergio estuvo presente, lúcido y tranquilo. Pudo acompañar a su pareja, cortar el cordón y vivir uno de los momentos más intensos de su vida sin que la migraña se interpusiera.

Hoy sigue su plan de tratamiento y acude a revisiones regulares.

Dice que controlar la migraña le devolvió tiempo, presencia y memoria de momentos que nunca vuelven.